jueves, 29 de octubre de 2015

Kirchnerismo o Neoliberalismo

Kirchnerismo o Neoliberalismo
El pensamiento kirchnerista al desnudo. Las trampas del sentido común
Parecería que hoy el sentido común del pueblo argentino y de gran parte de intelectuales, académicos y científicos de Argentina está atrapado en una dicotomía: “salvar el presente” o “retornar al neoliberalismo de 1990” ¿No es ésta una dicotomía demasiado simplificadora para pensar la complejidad de nuestro presente? ¿No es una pereza de pensamiento plantear la reflexión crítica sobre el presente y el futuro en términos de un dualismo “kirchnerismo” o “neoliberalismo”? ¿No es un empobrecimiento demasiado grande de nuestra razón afirmar que “si gana Macri vuelve el neoliberalismo” y “si gana Scioli se salva la nación”?

Los términos en los que estamos planteando los problemas no permiten diálogo posible. Nuestro modo de pensar a través de dicotomías polares es lo que impide comprendernos y comprender lo que está sucediendo.

La alternativa entre “kirchnerismo” o “neoliberalismo” es una falsa dicotomía, es un problema mal planteado o, mejor aún, un pseudo-problema[1].

La tesis que un gobierno de Cambiemos es un retorno al neoliberalismo menemista de la década de 1990 es falsa. ¿Por qué? Intentemos ofrecer una crítica constructiva.

A esta tesis subyace un modo muy particular de pensar la historia ¿qué tipo de historia nos propone el pensamiento kirchnerista?

  1. Supone pensar que el pasado, el presente y el futuro es una sucesión temporal lineal, unidireccional y acumulativa.
  2. Supone que hay un único futuro ideal o un punto de llegada deseable al que deberíamos arribar y que ese futuro es mejor que nuestro pasado y nuestro presente. Podríamos definirlo como “la emancipación del pueblo”.
  3. Supone que hay un pueblo (la masa oprimida, los sectores humildes, los pobres, y parte de la clase media), un líder (Cristina) y un movimiento (el Frente para la Victoria).
  4. Supone que el líder (“la Jefa”) conoce verdaderamente el mejor futuro para el pueblo.
  5. Supone que el líder y el movimiento es el único capaz de guiar al pueblo por el camino correcto hacia el futuro mejor. Sólo hay un camino posible, un único futuro ideal, y un único actor o sujeto político (Cristina y el Frente para la Victoria) que puede conducir al pueblo a librarse de la opresión y alcanzar el futuro ideal.


Evidentemente el pensamiento y el discurso kirchnerista funciona con estas premisas tácitas que no son nunca explícitas ni puestas en cuestión. Una vez que las asumimos en bloque y no las sometemos a discusión podemos entender claramente la idea que gobierna nuestro sentido común: “si el kirchnerismo no continúa en el gobierno retornaremos al pasado abrumador del neoliberalismo menemista de 1990 y podría repetirse la experiencia traumática de 2001”.

Hay un sólo hay un futuro y un único camino correcto: el que nos enseña el kirchnerismo; también hay una sola verdad: la que enuncia el kirchnerismo. Cualquier atrevimiento a una reflexión crítica suscita la sospecha y el descrédito. El kirchnerismo nos propone abrazar ciegamente todos sus logros (asignación universal por hijo, matrimonio igualitario, derechos humanos, política de ciencia y tecnología, etc.) y olvidar todas sus miserias (minería a cielo abierto, intervención del INDEC, corrupción, narcotráfico, delincuencia, violencia, etc.). Estos constituyen tareas pendientes que en definitiva no son tan graves y que si continuamos por el mismo camino van a ser solucionadas en el futuro. Pero, como decía Francis Bacon “sería insensato pensar que lo que nunca se ha hecho hasta ahora pueda hacerse si no es por métodos nunca probados hasta ahora”. El kirchnerismo es un método de pensamiento ya probado y gastado que no resulta adecuado para los tiempos que corren y para el futuro de la patria.

Cualquier intento de pensamiento autónomo y crítico es arrojado al tacho de basura de la historia. Quien crítica al kirchnerismo es hoy neoliberal, enemigo del pueblo, traidor a la patria, cipayo, buitre. No hay alternativa posible. La crítica al kirchnerismo no es para el propio kirchnerismo ni posible, ni deseable ni necesaria. La crítica al kirchnerismo (hoy más necesaria que nunca) es una verdad que no puede circular por la hegemonía del propio discurso kirchnerista.

La idea instalada y aceptada sin mayor cuestionamiento: que el futuro es volver al pasado, que Macri es Menem y que Cambiemos nos conducirá a un nuevo 2001, necesita ser cuestionada. Aceptarla sin chistar supone una concepción maniquea y mezquina. Supone aceptar que la historia es un eterno retorno, el pasado es igual al futuro, salvo que el kirchnerismo continúe gobernando.

Cualquier mente lúcida debería reconocer que 2015 no es 1990 y que ningún gobierno aunque quisiera podría implementar un programa de gobierno neoliberal similar al de Menem. No hay condiciones ni políticas, ni institucionales y ni culturales para un “retorno” al neoliberalismo. El pueblo argentino ha aprendido a cuidar sus victorias y no desea el neoliberalismo (este es un aporte positivo del kirchnerismo a la historia argentina). Por otro lado, el próximo gobierno no tendrá una mayoría automática en el Congreso por lo que no podrá implementar políticas a su antojo sin un consenso construido en base al diálogo y la tolerancia. Por muchas razones el futuro no puede ser igual al pasado. Por muchas más el futuro es porvenir, es esperanza, es construcción de nuevas alternativas posibles. Por eso el futuro es incierto y genera angustia. Por eso es importante pensar la complejidad de la realidad y no simplificar de modo mutilante nuestro pasado, presente y futuro.

El pensamiento kirchnerista está hoy desconsolado: no puede entender cómo el pueblo se puede equivocar, no puede creer cómo el pueblo se aparta de la verdad, no puede entender cómo el pueblo ha sido ingrato con Cristina, como el pueblo ha traicionado a quien debía emanciparlo. El kirchnerismo no puede pensar su propia tragedia porque es un pensamiento incapaz de pensarse a sí mismo. Al kirchnerismo le falta humildad y auto-crítica. Si logra una reflexión crítica sobre sí mismo quizás pueda regenerarse, pero para hacerlo deberá dejar de ser lo que es: el dueño de la verdad.

Quienes deseamos un Cambio hoy no queremos ni creemos que el “neoliberalismo” vaya a retornar lisa y llanamente de la mano de Cambiemos. Los que queremos un cambio, lo que deseamos fervientemente es un cambio en el modo kirchnerista de pensar la realidad, la política, la vida: a través de dicotomías, desuniones y simplificaciones.

Parecería que por miedo o pereza intelectual poca gente se ha atrevido a realizar una crítica abierta, honesta, responsable y humilde del kirchnerismo. Una crítica constructiva del kirchnerismo es hoy más necesaria que nunca si queremos pensar la complejidad de nuestro futuro y volver a darle sentido al porvenir. Pero parecería que el modo kirchnerista de pensar es lo que impide pensar su propia complejidad como movimiento político.

Es absolutamente respetable que intelectuales, académicos y científicos simpaticen con el kirchnerismo o militen en él. Lo que no es aceptable es que no ejerzan la crítica que pregonan. Cuesta entender cómo quien hace del trabajo de pensamiento su ocupación principal pueda sostener abiertamente “si gana Macri es un retorno liso y llano al neoliberalismo menemista”, que si gana Cambiemos “los científicos volvemos a lavar los platos”.

El trabajo del intelectual consiste en ayudar a la sociedad a pensarse a sí misma y a cuestionar su modo de pensar. Cuando no lo hace, el intelectual se convierte en cómplice de las tragedias del pensamiento de sentido común. Ayudar al sentido común a auto-criticarse, auto-pensarse, auto-reflexionarse es la tarea primordial de un intelectual en una sociedad democrática que aspira a la libertad, la igualdad y la fraternidad.

Hay riesgos, es cierto. Macri no viene a emancipar al pueblo. Pero, es necesario decirlo, no vendrá nadie a emanciparlo. Una ciudadanía capaz de practicar “un pensamiento complejo”, librado de las dicotomías simplificadoras que el kirchnerismo nos ofrece como grilla de inteligibilidad de la realidad, sería un paso importante. Hay riesgos y peligros en el proceso de construir una república de iguales donde podamos vivir en libertad y de modo fraterno. Pero allí donde crece el peligro, crece también lo que lo salva, dice el poeta Holderlin. Los intelectuales podemos ayudar a salvar a Argentina del peligro de un pensamiento simplificador y unidimensional que separa y divide para dar sentido a la realidad. La apuesta ahora es “religar”, articular lo que ha sido desunido para pensar la complejidad de nuestro presente y construir el futuro que deseamos.


Dr. Leonardo G. Rodríguez Zoya
Politólogo – Universidad de Buenos Aires
Investigador del CONICET
@leonardorzoya
29/10/2015


PS: Te invito a compartir el documento con amigos, familiares y colegas como una contribución a la reflexión colectiva para regenerar la fraternidad ciudadana, la reflexión crítica y pensar la complejidad de nuestro futuro. Construir juntos una ética de la fraternidad y estimular un pensamiento complejo es condición de posibilidad para construir un proyecto de futuro para la Argentina.

Podes encontrar más apuntes para pensar el presente y construir el futuro sin olvidar el pasado aquí: http://argentina2100.blogspot.com.ar/





[1] El término ‘pseudo-problemas’ es un término empleado por los positivistas lógicos que tanto rechazo generan entre los intelectuales pequeño-burgueses de las ciencias sociales contemporáneas, lo digo con afecto e ironía.

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