Le hice seña a
un colectivo y no paró
Reflexiones políticas sobre el
sentido común argentino
Leonardo G. Rodríguez Zoya
Pensar es, a veces, o siempre,
pensar contra el sentido común. Pero ¿Qué es el sentido común? Las verdades que
no cuestionamos y que forman parte de la realidad ¿Cuáles son esas verdades?
Nombremos alguna de las menos polémicas: cuando hacemos seña a un colectivo
sabemos (o esperamos) que el colectivo va a parar. Si no lo hace, lo puteamos.
No se comportó como debía. El tipo sabía lo que significa la seña y no frenó.
Nadie duda de esas verdades. O, mejor dicho, se duda cada tanto. Son verdades
que cambian muy lentamente que casi no nos damos cuenta. Si dudásemos todo el
tiempo de ellas, nuestra realidad colapsaría. La posibilidad de convivir en un
mismo mundo depende de esas verdades compartidas.
¿Qué sucedería con la vida social
si el sentido común se organizara en torno a dos grupos de verdades
aparentemente opuestas? Esto es justamente lo que sucedió en los últimos diez
años en la Argentina a través de una transformación del sentido común: nuestra
mente se llenó de nuevas verdades de modo demasiado abrupto, con una velocidad
inusitada. Verdades muy bien labradas en nuestra mente con un trabajo de
orfebrería magnífico. A tal punto que buena parte de la ciudadanía no duda de
ellas y las tienen como evidencia primera del mundo maravilloso que estamos
viviendo: la década ganada. Cualquier cuestionamiento de esas verdades pone en
riesgo el mundo, la vida, el proyecto, el modelo, todos los logros obtenidos. Cuestionar esas verdades es criticar el
orden en el que aprendimos a movernos. ¿Cuáles son esas verdades? Las verdades
son lo que el proyecto nacional y popular dice que son verdades: que la pobreza
bajó, que se reindustrializó el país, que no hay inflación, que estamos mucho
mejor que en el 2001, la estatización de los ferrocarriles, de YPF, la reducción
de la deuda del país, y todos los otros logros que se pueden agregar.
Las verdades del sentido común
funcionan como una suerte de anteojos que nos permite organizar y percibir el
mundo. A partir de esas verdades el mundo se experimenta como una realidad
incuestionable. Para alguien cuya mente habita el mundo de verdades del
proyecto nacional y popular hay una evidencia clara como el agua: la derecha se
está reorganizando para conducirnos al neoliberalismo y destruir los logros
alcanzados. Es una verdad posible para quien habita ese mundo y tenemos que
comprenderlo, pero en ningún caso es La Verdad.
El sentido común es, entonces, un
punto de vista que organiza y construye nuestra experiencia del mundo y hace
parecer tan real a la realidad. Podemos resumir esta idea en la Figura 1.
Cuestionar las verdades del
sentido común es muy difícil. Cuando dudamos de esas verdades lo que estamos
haciendo es poniendo en cuestión el mundo tal cual es. Es un ejercicio muy
sano. En definitiva de eso se trata pensar: de dudar de lo que creemos cierto.
Quienes son críticos del gobierno desde hace varios años comenzaron a ver otras
verdades, es decir tienen un sentido común diferente y perciben otro mundo: el
avance del narcotráfico, la corrupción del gobierno, las mafias, el crimen
organizado, la colonización del estado por un partido en el gobierno, el
hambre, la desnutrición, el asesinato de un fiscal, la destrucción de las
estadísticas, etc., sin contar los acontecimientos menos trascendentes: el
cepo, la caída de reservas, la inflación. Esto último es un chiste al lado de
las grandes verdades que ve gran parte de la ciudadanía.
Estos dos grupos de verdades
constituyen dos puntos de vista. No son irreconciliables ni antagónicos como
podría parecer, pero dejaron de dialogar hace mucho tiempo, por eso hoy se
comunican poco y mal y no pueden comprenderse. Al grupo de verdades del
proyecto nacional y popular podemos llamarlo “el punto de vista kirchnerista”,
al otro “el punto de vista de lo que quieren un cambio”. El punto de vista
kirchnerista funciona más o menos así: “en esta década se hicieron muchas cosas
bien, otras faltan por hacer, pero en cualquier caso, hay que seguir por este
camino. Las cosas que se hicieron mal o no se hicieron, no son tan graves. Hay
que avanzar. Cualquier cuestionamiento al proyecto es abandonar el proyecto”. De
este modo, quienes participan de un punto de vista kirchnerista pueden tolerar
sin mayor escándalo todas las barbaridades que se cometen y, al mismo tiempo,
tener plena certeza que cualquier cuestionamiento de esas verdades implica,
necesariamente, una pérdida de los logros alcanzados y un avance de la derecha
neoliberal.
El punto de vista del cambio funciona
aproximadamente así: “sin duda que se hicieron algunas cosas bien, no todo está
mal hecho y nadie está diciendo de tirar todo a la basura, pero lo que ha
pasado en esta década es muy grave. Si seguimos por el mismo camino vamos a
profundizar los errores. Hay que cambiar para mejorar”. Parecería que quienes
quieren un cambio lo que desean es un cambio de punto de vista. Cambiar de punto de vista no significa estar en
contra de lo que los otros reconocen como conquistas.
Evidentemente, cada punto de
vista no es una cosa monolítica y sin fisuras, hay contradicciones y muchas
diferencias, pero eso no impide pensar la unidad de un punto de vista en su
diversidad de ideas y opiniones. Incluso hay muchos puntos en común entre ambos
puntos de vista, hay verdades compartidas, digamos.
Estos dos puntos de vista pueden
resumirse en la Figura 2.
El sentido común argentino está
atrapado entre estos dos mundos verdaderos. Cada uno de nosotros, nuestra
mente, nuestra forma de pensar y percibir la realidad, está atrapado en este
mundo dividido de dos verdades o dos puntos de vista. Se trata, de alguna manera,
de un “muro de Berlín cognitivo”, de una profunda incapacidad o dificultad para
pensar, mirar y oír lo que el otro está pensando, mirando y oyendo. La
dificultad estriba no tanto en saber si lo que dice el otro es verdadero o
falso. El punto de vista kirchnerista dice “Macri es Menem”, busca y encuentra
una foto con “Macri abrazado a Cavallo”. El punto de vista del cambio dice
“Scioli es Menem”, busca y encuentra una foto de Scioli, Cristina y Néstor con
Menem. Cada punto de vista, confirma su creencia, refuerza su prejuicio y como
una ostra obtura cada vez más su propio modo de pensar y agudiza la incapacidad
de pensar al otro. No es un problema de evidencia empírica. El problema más
crucial reside en la dificultad de poner nuestro punto de vista frente a un espejo
para mirar nuestra mirada, para pensar como pensamos, para darnos cuenta de
nuestra propia ceguera.
La pregunta más fundamental que
todos los argentinos tenemos que hacernos hoy no es ¿cuál de los dos puntos de
vista es mejor o más verdadero, o más conveniente para mantener mi situación
personal? La pregunta que no nos hacemos es ésta: ¿qué tiene que haber pasado
en una sociedad para que existan dos puntos de vista incapaces de mirarse, de
oírse y de pensarse?
¿Qué es lo que hace posible, en
un momento de la historia argentina, aparecer dos puntos de vista diferentes y
aparentemente antagónicos? ¿Qué tiene que haber sucedido en nuestra historia
reciente para que estos dos puntos de vista se configuraran como tal y nos
permitan experimentar la realidad tal como la estamos viviendo hoy?
Una respuesta posible a esta
pregunta sugiere que la concepción de la política, del poder y de la Democracia
en los últimos diez años incitó sutilmente la creación de estos puntos de
vista.
El cambio no implica renunciar al
contenido popular de la política que en estos últimos diez años ha salido a la
luz. El principal desafío es cambiar el punto de vista desde el cual se piensa
la política, el poder y la Democracia. Un cambio en el cual podamos discrepar y
disentir sobre las contradicciones profundas de la sociedad y construir consensos parciales, sin que ello
implique la existencia de dos puntos de vista imposibles de mirarse el uno al
otro.
¿Cómo salir de la situación en la
que estamos? Es difícil pero no imposible. Va a llevar tiempo, requiere de
mucha humildad y de mucha paciencia. Cada uno de nosotros, trabajadores,
sindicalistas, obreros, campesinos, maestros, docentes, empresarios,
dirigentes, científicos, tendíamos que esforzarnos sinceramente por tratar de
construir un «meta punto de vista», es decir, una mirada más amplia donde
podamos incluir nuestra mirada y la mirada del otro. Esto es fácil de decir y
muy difícil de hacer, porque implica comenzar a dudar de nuestras verdades más
verdades y empezar a pensar de otro modo, en el cual el otro sea también un
maestro que puede enseñarme algo, y no un alumno al cual le tengo que imponer
la verdad de mi mirada. En la Figura 3 se ilustra esta idea.
Una forma de estimular la
construcción de meta puntos de vista colectivos es favorecer el encuentro y el
diálogo entre quienes piensan diferente. Volver a hablar de política en la
familia, en la mesa del domingo, con los amigos, en el trabajo, en la facultad.
No se trata de hablar con los que piensan igual a mí para convencerme más
firmemente de mis certezas. El desafío es comenzar a dialogar con quien piensa
distinto para comenzar a dudar: no para decirle mi verdad sino para escuchar su
verdad.
El mayor desafío político de la
Argentina no se reduce a un ballotage, a la elección de un Presidente. Nuestro
mayor desafío es construir entre todos un nuevo sentido común argentino capaz
de pensar de otro modo, es decir, pensarnos a nosotros mismos y pensar el otro.
Si logramos esto, habremos construido un sentido común auto-crítico a través del
cual la Argentina pueda pensarse a sí misma y aprender de sus errores y
miserias. Tenemos que recordar que la Argentina no va a cambiar, si no
comenzamos a cambiar nosotros.
Si logramos cambiar y construir
un meta punto de vista, el futuro será nuestro.
Un fraterno abrazo de amistad
cívica,
Leonardo
Dr. Leonardo G. Rodríguez Zoya
Politólogo –
Universidad de Buenos Aires
Investigador
del CONICET
@leonardorzoya
04/11/2015
PS: Te invito a compartir el
documento con amigos, familiares y colegas como una contribución a la reflexión
colectiva para regenerar la fraternidad ciudadana, la reflexión crítica y
pensar la complejidad de nuestro futuro. Construir juntos una ética de la fraternidad
y estimular un pensamiento complejo es condición de posibilidad para construir
un proyecto de futuro para la Argentina.