viernes, 30 de octubre de 2015

Cambiar nuestro pensamiento para construir el futuro

Cambiar nuestro pensamiento para construir el futuro
Cartografía del pensamiento kirchnerista. La geometría fractal de la política.


¿Cómo piensan los kirchneristas? ¿Cuál es la estructura que gobierna su modo de razonar y pensar? ¿Cómo intentar construir un diálogo con los amigos kirchneristas? Intentemos pensar estas preguntas con ayuda de la geometría.

En la escuela nos enseñaron las figuras geométricas: el cuadrado, el círculo, el triángulo, etc. Esta es la geometría clásica o euclidiana. En la Naturaleza no hay ni cuadrados, ni círculos, ni triángulos. La Naturaleza es irregular, tiene pliegues, dobleces, formas rebuscadas que no encajan en las figuras geométricas que conocemos. Para poder describir la complejidad de las formas de la Naturaleza hubo que inventar una nueva geometría: la geometría fractal, creada por el matemático francés de origen polaco Benoît Mandelbrot.

¿Por qué los fractales pueden ayudarnos a pensar el presente y el futuro de la política y de Argentina? La analogía podría plantearse en estos términos: necesitamos fractalizar nuestro pensamiento para intentar pensar la complejidad de nuestra realidad más allá de dicotomías simplificadoras. ¿Qué quiere decir esto? Intentemos reflexionarlo.

El pensamiento kirchnerista razona a través de figuras geométricas simples: ve cuadrados, círculos y triángulos en donde hay pliegues, mesetas, irregularidades. Para continuar con la metáfora visual podemos pensar al pensamiento kirchnerista como un “tablero de ajedrez”. Cómo un tablero solamente, no como un “juego de ajedrez”, con todas sus piezas, sus reglas, su enorme complejidad y su magnífica incertidumbre.

El pensamiento kirchnerista nos propone pensar la realidad como un conjunto de cuadrados negros y blancos, no hay otra alternativa. No hay colores, ni siquiera grises. Cada evento, cada suceso de nuestro pasado, de nuestro presente y de nuestro futuro tiene que ser clasificado en uno y tan sólo en un “casillero”. Este modo de pensar supone todo un lenguaje, un vocabulario, con un conjunto de conceptos kirchneristas para ordenar la realidad. Este diccionario kirchnerista se construye siempre a partir de dicotomías polares e irreconciliables: el campo/el pueblo; los buitres/la patria; kirchnerismo/neoliberalismo; los medios hegemónicos/los medios al servicio del pueblo; partido judicial/democratización de la justicia. El lector bienintencionado podrá leer los diarios y escuchar el discurso para armar la Wikipedia del lenguaje kirchnerista. No es tan difícil, su estructura es bien simple: una cadena de dicotomías, una colección de cuadrados blancos y negros.

No son sólo dicotomías las que construye el kirchnerismo para gobernar a la Argentina. Implica también una ética, una moral, una forma de valorar cada uno de los términos. El polo defendido por el kirchnerismo expresa siempre la verdad y lo mejor para el pueblo, el otro es la encarnación del demonio y la opresión de la nación. Por esta razón, el kirchnerismo no puede ser criticado: mucho menos por los propios kirchneristas, porque hacerlo es cuestionar la verdad que ordena nuestra vida y toda crítica es un paso más hacia el infierno.

Nuestro pensamiento y nuestra vida están atrapados en la cárcel del lenguaje que el kirchnerismo ha esculpido con maestría y empeño. Las dicotomías gobiernan nuestro pensamiento y nuestro corazón; nuestro presente y nuestro futuro. No hay forma de salir. No hay una alternativa para escapar a las dicotomías: cualquier tercera vía ha sido excluida como posibilidad. ¿Cómo liberarnos de esta situación estéril y traumática? ¿Cómo aprender a pensar de otro modo?

Todo ejercicio de crítica lúcida al kirchnerismo implica fractalizar nuestro pensamiento, comenzar a ver pliegues donde había cuadrados, detectar irregularidades y dobleces donde sólo parecía haber triángulos y círculos, comenzar a ver colores dónde sólo existían el blanco y el negro. Se trata de asumir el desafío de pensar de otro modo para imaginar alternativas que no habíamos contemplado ni imaginado. Fractalizar nuestro pensamiento es abrirnos a la complejidad de la vida, de la democracia, de los conflictos: es la libertad de pensar el porvenir más allá de la dicotomía “el presente kirchnerista o el neoliberalismo menemista”.

Una geometría fractal de la política nos ayuda a poner en cuestión las dicotomías que el kirchnerismo nos propone como grilla de inteligibilidad de la realidad. Cuestionar las dicotomías que estructuran el pensamiento kirchnerista no implica negar el conflicto y las contradicciones que atraviesan a nuestra sociedad. Las contradicciones existen y son bien reales (la pobreza, el modelo de acumulación, la distribución del ingreso, etc.). Implica un enorme desafío democrático: implica abandonar el pensamiento kirchnerista y sus dicotomías como modo de resolver los conflictos y enfrentar las contradicciones de la sociedad.

Hay que salvar al kirchnerismo de sí mismo, invitándolo a deskirchnerisar su modo de pensar y fractalizar su pensamiento, es decir, invitándolo a la auto-reflexión y la auto-crítica, al diálogo y la comunión. Abandonar el kirchnerismo como modo de pensar no significa renunciar a la dimensión popular de la política que el kirchnerismo ha rescatado. Significa asumir la lucha por la libertad, la igualdad y la fraternidad en un plano de mayor libertad, igualdad y fraternidad.

Que el kirchnerismo nos proponga ver la realidad como un tablero de ajedrez, pobremente simplificado y tristemente bicolor, no quiere decir que Néstor y los colegas de Carta Abierta no supieran jugar al ajedrez. Allí está la astucia del político que Maquiavelo le aconsejaba al Príncipe: ofrecernos un tablero sin piezas con las que jugar. O, mejor aún, un tablero y un juego con unas reglas simplificadas y empobrecidas. En el kirchnerismo la vida es un juego de ajedrez donde sólo la reina blanca puede guiar a los peones de su color a la verdadera libertad. Los peones negros son los ciudadanos que todavía no han comprendido la verdad que la reina blanca predica; la reina y el rey negro, los alfiles, torres y caballos son “las corporaciones funcionales a la derecha”. Las piezas negras son siempre el polo negativo de la dicotomía que va a conducir a la nación a la opresión y la servidumbre.

El kirchnerismo es un artista que sólo tiene un color para pintar: el negro frente al lienzo blanco. El kirchnerismo pinta una vida pública empobrecida, una democracia simplificada y un pensamiento maniqueo. En este juego triste y brutal las piezas negras son los adversarios a derrotar, los enemigos a vencer. La victoria sólo existe como anulación del otro. Por eso el kirchnerismo es incapaz de reflexionar un resultado electoral adverso y pensarse como oposición inteligente.

Avancemos una última reflexión cromática. Analicemos los logos del “Frente para la Victoria” y de “Cambiemos”. El kirchnerismo nos ofrece un logo bicolor: celeste y blanco como la patria. Parece representarnos a todos, a la nación y al pueblo: he allí la grandeza de su épica, la importancia de su gesta y la claridad de su prédica. Sin embargo, su pensamiento es bicolor y su sinfonía monocorde. Su logo impreso en blanco y negro expresa mejor su identidad y su modo de pensamiento. Cambiemos ofrece en su logo la frescura y polifonía de una pluralidad de colores: una sinfonía de varios instrumentos.

Encarna una promesa y una esperanza de fractalización del pensamiento político: la posibilidad de emplear la palabra, el diálogo y el pensamiento para discrepar sobre las formas agrietadas, las irregularidades, contradicciones y conflictos de la vida social, política y económica de Argentina, sin renunciar a la comprensión, la tolerancia y la fraternidad. Lograr enfrentar y resolver los conflictos no será sólo responsabilidad de Cambiemos. La Argentina necesitamos una dirigencia política, una oposición, una ciudadanía que aprenda tocar música para componer juntos la partitura de la democracia. El kirchnerismo tiene que aprender a tocar en una banda de jazz y adaptarse al juego respetuoso de los instrumentos. El kirchnerismo como solista desafinado forma parte del pasado.  

El futuro no está escrito. Cambiemos no puede interpretar jamás la quinta sinfonía del menemismo. La partitura se escribe a medida que la música suena. Nosotros, los ciudadanos, somos un artista más. Cambiemos es la promesa de una esperanza en la que todos podamos ser músicos y compositores de la sinfonía de nuestra historia. Asumamos el desafío.

Concluyamos diciendo, los fractales son un intento de pensar la complejidad de la Naturaleza, la cual no se deja atrapar en figuras geométricas simples. Fractalicemos nuestro pensamiento para apropiarnos del futuro a través del pensamiento y de la palabra.

El kirchnerismo no nos ha enseñado a pensar, ni a dialogar, ni a escuchar, ni a tolerar ni a comprender. Ahora compete a los ciudadanos de nuestra patria tener el coraje para servirnos de nuestro propio pensamiento para aprender a pensar. Ahora es responsabilidad del pueblo argentino, poner las piezas en el tablero de ajedrez y aprender a jugar todos juntos. Será una partida titánica e interminable donde nunca habrá jaque mate, donde no habrá vencedores ni vencidos. Será un diálogo incansable e infinito. Una aventura incierta hacia el provenir. Es la oportunidad de construir la partitura de nuestra historia.



Dr. Leonardo G. Rodríguez Zoya
Politólogo – Universidad de Buenos Aires
Investigador del CONICET
@leonardorzoya
29/10/2015




PS: Te invito a compartir el documento con amigos, familiares y colegas como una contribución a la reflexión colectiva para regenerar la fraternidad ciudadana, la reflexión crítica y pensar la complejidad de nuestro futuro. Construir juntos una ética de la fraternidad y estimular un pensamiento complejo es condición de posibilidad para construir un proyecto de futuro para la Argentina.

Podes encontrar más apuntes para pensar el presente y construir el futuro sin olvidar el pasado aquí: http://argentina2100.blogspot.com.ar/



No hay comentarios:

Publicar un comentario