Uno de los principales desafíos del tiempo que vivimos es la posibilidad de fortalecer la dimensión republicana de nuestra democracia. Pero ¿Qué es la República? La República se basa fundamentalmente en la separación de poderes, en el imperio de la Constitución y en la igualdad ante ley. ¿Por qué la República es importante para nuestro futuro? Porque la República es la mejor manera que tenemos de proteger los abusos del poder. Cuando no hay República en la cúspide de nuestra comunidad política no está la Constitución sino la Voluntad de quien gobierna. Sin República es muy difícil controlar y limitar los abusos de la voluntad del gobierno y del poder del Estado. En el límite, la pérdida de la República degenera la democracia en autoritarismo. Allí donde no hay República tampoco hay libertad.
Todo lo que no se regenera se
degenera. Hay que regenerar nuestra República para fortalecer nuestra Democracia
que nos permitirá afianzar la República.
Para quienes nunca hemos dejado
de soñar con la emancipación humana y con terminar con la opresión del hombre
por el hombre, tenemos que defender siempre una República Democrática.
La República Democrática no es un
fin en sí mismo, son las condiciones mínimas para organizar la unidad en la
diversidad de voces y opiniones y luchar por los ideales humanistas,
emancipatorios y progresistas que deseamos. No implica que todos estemos
de acuerdo ni que vamos a eliminar todas las contradicciones de nuestra
sociedad –pretenderlo sería una quimera-. Pero es la posibilidad de organizar
el disenso y respetar al que piensa diferente.
Entiendo que la República es un
concepto demasiado abstracto que nos cuesta valorar: ¿Dónde está la República?
¿Cuál es su realidad tangible? La experiencia republicana argentina es más
débil aún que nuestra frágil y reciente experiencia democrática.
La República es como el amor, la
valoramos cuando la perdemos. Regenerar la República es regenerar la
fraternidad ciudadana, el amor cívico por convivir y respetar al que piensa
diferente.
Como argentinos tenemos la
posibilidad de ingresar en un nuevo tiempo histórico que será determinante para
el porvenir de nuestra amada tierra: el tiempo del diálogo, de la comunicación,
de la comunión, de la comprensión, del respeto al que piensa distinto.
Dr. Leonardo G. Rodríguez Zoya
Politólogo –
Universidad de Buenos Aires
Investigador
del CONICET
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