sábado, 31 de octubre de 2015

El kirchnerismo como gobierno del miedo

El kirchnerismo como gobierno del miedo
La experiencia traumática de 2001, el silencio y la auto-censura


La historia del pueblo argentino está organizada en torno a experiencias traumáticas. Los núcleos traumáticos más recientes de nuestra historia son: la dictadura, el genocidio de estado, la desaparición de personas, la hiperinflación, el corralito y la crisis de 2001. Ningún argentino quiere volver a vivir estas experiencias traumáticas y nefastas.

El miedo a estas experiencias marca nuestra historia como pueblo y nuestra memoria colectiva. Hay una verdad que hoy nadie se atreve cuestionar: Néstor y Cristina, y más generalmente el kirchnerismo, han salvado a la Argentina de su experiencia reciente más traumática: el neoliberalismo y la crisis de 2001.

Tenemos que tener el coraje de poner en duda las verdades más evidentes. Néstor y Cristina no nos salvaron del 2001. Nos gobiernan con el miedo permanente de volver a él. El kirchnerismo no nos ofrece un proyecto de futuro, simplemente nos dicen que el presente es mejor que el 2001.

El kirchnerismo es una forma de gobernar al pueblo de la nación argentina basada en el miedo a retornar a la experiencia traumática del neoliberalismo y la crisis de 2001. El kirchnerismo se propone a sí mismo como un gobierno en el cual todos sus actos, sus discursos y sus políticas nos alejan del 2001. Cualquier crítica y oposición al kirchnerismo implica el miedo de retornar al trauma del pasado. El kirchnerismo se presenta a sí mismo como la única garantía para no volver al 2001. Esto se ha hecho absolutamente explícito y visible ante el escenario del ballotage en donde una nueva dicotomía se ha instalado: “kirchnerismo o neoliberalismo”.

El mayor problema de la Argentina actual de cara al ballotage no es la discusión del contenido de las políticas del kirchnerismo (que pueden ser buenas, malas o regulares, según el caso). Lo más importante es atrevernos a pensar y reflexionar al kirchnerismo como tecnología de gobierno de nuestras mentes, de nuestra subjetividad, de nuestro pensamiento a partir del miedo. Todo el edificio político del kirchnerismo está basado en el miedo a la experiencia traumática de 2001.

El kirchnerismo nos enseñó a tener miedo de un modo muy sutil e invisible pero terriblemente eficiente: jamás dice abiertamente “tengan miedo”, nunca te obliga explícitamente a callar, nunca sugiere ni te invita a guardar silencio. No impone la censura, te conduce de modo sutil e imperceptible a que te auto-censures. El gobierno del miedo kirchnersita opera a través de la auto-censura: cada uno elige callar y se dice a sí mismo: “de esto mejor no hablo”, “mejor no critico abiertamente al gobierno”, “mejor no hablo de política con mis amigos kirchneristas porque no nos vamos a entender”.

El gobierno del miedo del kirchnerismo opera de modo opuesto al miedo en la dictadura militar. En la dictadura el miedo era tangible y visible: el falcón verde, el ejército en la calle, los desaparecidos, la violencia armada, la guerra, los secuestros. La muerte como posibilidad real de la vida cotidiana. Un miedo explícito que todos podíamos ver, oler, percibir y sentir.

En el kirchnerismo el miedo es invisible, una experiencia de cada uno que no es necesario nombrar ni compartir con lo demás. El miedo se hace visible por el miedo a decir “yo tengo miedo”. La auto-censura es una forma de auto-gobernarnos a través del silencio. Elegir callar es el modo en que kirchnerismo tiene de gobernarnos con el miedo: se expresa como el miedo a hablar, a criticar, a disentir con el gobierno. Durante la última década los argentinos aprendimos a callar cuando pensamos distinto. Aprendimos a guardar silencio en el trabajo, en la universidad, en la escuela, en la familia, entre los amigos. Se impuso el lema: “mejor de esto no hablamos”. En este sentido el kirchnerismo es muy similar a la dictadura: ambos gobiernan con el miedo.

A partir del escenario del ballotage el miedo pudo ser personificado y corporizado. Los kirchneristas postulan: “Macri es Menem”, “Macri es el neoliberalismo”, “Macri va a conducir a la Argentina a la década de 1990”, “Macri va a producir un nuevo 2001”, “Cambiemos es la Alianza”, “Cambiemos va a fracasar”. Macri es el retorno de lo siniestro: el núcleo de la experiencia traumática colectiva.

Macri es la personificación de un fantasma: el fantasma del menemismo. El kirchnerismo está gobernando a la Argentina con un fantasma. Analogía perfecta de la película de terror del presente de nuestra Argentina de la cual el kirchnerismo invita a todos los ciudadanos a ser sus protagonistas pasivos. Los fantasmas no existen. El kirchnerismo nos gobierna con el miedo a un fantasma.

Observen con atención la campaña publicitaria del kirchnerismo para la segunda vuelta: está íntegramente basada en el miedo, en el miedo a Macri, en el miedo a 1990, en el miedo al neoliberalismo, en el miedo al fantasma del menemismo. Cuando tenemos miedo, no somos libres porque somos gobernados por el temor, la angustia y los traumas del pasado.

El gobierno del miedo y la campaña del miedo del kirchnerismo se expresa de dos formas: una directa que hace referencia al miedo explícito, una indirecta que plantea un miedo implícito que te invita a cuidar lo que ganamos en esta década. El slogan de la campaña dice: “En vez de cambiemos, cuidemos”. Cuidar es la forma positiva de expresar el miedo a la pérdida suscitada por el trauma de los ’90 y de 2001: “cuidá tu patria, cuídate vos, cuidá tu casa, cuidá a tu familia, cuidá el modelo, cuidá tu jubilación, cuidá los subsidios, cuidá lo conquistado”.

Parte de la campaña combina el miedo implícito y explícito. La publicidad kirchnerista dice así:
“Cuidá tu jubilación. Macri viene con la gente que ya te la sacó.
Cuidá tu soberanía. Macri quiere dólares a cualquier precio: el precio es tu patria.
Cuida tu sueño de familia. Macri votó en contra de que puedas acceder a la fertilización asistida.
Cuida tus derechos. Macri votó en contra del matrimonio igualitario y de la ley de identidad de género.
Cuidá tu justicia. Macri viene con la gente que defiende las apropiaciones de bebés de la dictadura.
Cuidá tu cena. Macri viene con la gente que te vació la olla.
Cuidá tu privacidad. Macri pincha teléfonos para saber en qué andás.
Cuidá los Arsat. Macri los considera un gasto”


Ciudadanos argentinos no tengamos miedo a los fantasmas! No tengamos miedo al miedo con que el kirchnerismo quiere gobernarnos! El fantasma del menemismo es un espectro, está más muerto que el fantasma del Maracanazo del ‘50. Ciudadanos, tengamos el coraje de no tener miedo. Cuando perdemos el miedo somos capaces de atravesar la fantasía del miedo que nos ofrece el kirchnerismo. Al atravesarla lo que descubrimos es que lo que está presente es un núcleo traumático de nuestra historia: la crisis de 2001. Ahora que lo sabemos, podemos ejercer la crítica libremente, podemos defendernos mejor para no volver a las experiencias del pasado, podemos ser plenamente libres en nuestro modo de pensar sin tener miedo a callar.

El mejor modo de combatir al neoliberalismo es perdiéndole el miedo.
Cuando nos animamos a hablar sin medio, comenzamos a ser libres.
Cuando perdemos el miedo tenemos la posibilidad de imaginar y construir el futuro que deseamos en base a nuestros sueños y no en base a las experiencias traumáticas del pasado.

Cambiemos miedo por esperanza. Cambiemos miedo por futuro. Cambiemos miedo por posibilidad de criticar y pensar por nosotros mismos sin temer a lo que nos digan los demás.

Yo elijo no tener miedo, por esto escribo esta carta y la firmo con mi nombre.

Te pido que no tengas miedo de compartir esta carta, compartirla con tus amigos, familiares y colegas. No tengas miedo a hablar, no elijas el silencio. Pensemos. Dialoguemos. Soñemos.

Conciudadanos de Argentina, los invito a no tener miedo. Si perdemos el miedo podemos ser libres y construir juntos el futuro que deseamos.

Derrotemos al miedo. Tengamos coraje. Cambiemos.



Dr. Leonardo G. Rodríguez Zoya
Politólogo – Universidad de Buenos Aires
Investigador del CONICET
@leonardorzoya
29/10/2015



PS: Te invito a compartir el documento con amigos, familiares y colegas como una contribución a la reflexión colectiva para regenerar la fraternidad ciudadana, la reflexión crítica y pensar la complejidad de nuestro futuro. Construir juntos una ética de la fraternidad y estimular un pensamiento complejo es condición de posibilidad para construir un proyecto de futuro para la Argentina.

Podes encontrar más apuntes para pensar el presente y construir el futuro sin olvidar el pasado aquí: http://argentina2100.blogspot.com.ar/


viernes, 30 de octubre de 2015

Científicos argentinos, uníos!

Científicos argentinos, uníos!
Estamos siendo gobernados por un fantasma: el menemismo


Una fantasma recorre Argentina, es el fantasma del menemismo.

Parece haber un consenso implícito entre buena parte de los intelectuales progresistas, los académicos críticos y los científicos argentinos: “si gana Macri, volvemos a lavar los platos”. Ahora la consigna es “no hay que dar un paso atrás”, “Macri es retroceder”. No hay alternativa “kirchnerismo o neoliberalismo”.

La comunidad académica y científica argentina se está organizado para defender a la patria frente al avance del neoliberalismo que la conduciría nuevamente al infierno.

Me pregunto por qué no defendimos y criticamos con la misma vehemencia y capacidad organizativa la intervención del INDEC y la destrucción de las estadísticas públicas.

Tenemos que tener el coraje de decir la verdad y ser honestos con nosotros mismos y con la sociedad: el kirchnerismo destruyó el INDEC y las estadísticas públicas. Sin INDEC y sin estadísticas públicas rigurosas y confiables no puede haber una ciencia al servicio del desarrollo de la nación ni tampoco la planificación estratégica de un proyecto de país.

El INDEC fue intervenido, las estadísticas destruidas y gran parte de los intelectuales, académicos y científicos fuimos cómplices silenciosos por temor o convicción.

Ha llegado el momento en que cada argentino tiene que comenzar a obrar bien y decir la verdad. Sólo siendo honestos podemos enfrentar los verdaderos problemas de la patria.

Agitar las banderas del fantasma del menemismo es gobernar con el miedo.

Macri es el nuevo “cuco” que infunde temor y preocupación porque va a poner de rodillas al pueblo argentino. Buscamos evidencia y confirmamos nuestras creencias fácilmente. Leamos el título de esta nota: “Chicos de orquestas infantiles protestaron contra Mauricio Macri”.

Veamos el lado negativo: Macri redujo el presupuesto de las Orquestas Infantiles.
Veamos el lado positivo: los chicos reclamaron libremente por sus derechos.

Mientras que los chicos realizaron un concierto público en señal de protesta; los científicos, intelectuales, académicos y docentes no hicimos sonar ni un cascabel por la intervención del INDEC y la destrucción de las estadísticas.

Parece que los chicos con sus instrumentos tienen mucho que enseñarnos a los científicos y al gran pueblo de la nación argentina.

¿Quiénes son más libres y democráticos, los chicos que protestan contra Macri, o los intelectuales y científicos que no protestamos contra la intervención del INDEC por temor a represalias del gobierno, de la institución o de nuestros propios colegas?

¿Significa lo precedente defender ciegamente a Macri? Por supuesto que no. Pero parecería que Macri y los chicos tienen algo que aportar a nuestra democracia.



Dr. Leonardo G. Rodríguez Zoya
Politólogo – Universidad de Buenos Aires
Investigador del CONICET
@leonardorzoya
30/10/2015



Para leer y pensar:
 “Carta abierta al kirchnerismo: un llamado al a fraternidad cívica”

¿Por qué es falsa la dicotomía “kirchnerismo” o “neoliberalismo”?

“Cambiar nuestro pensamiento para construir el futuro”


PS: Te invito a compartir el documento con amigos, familiares y colegas como una contribución a la reflexión colectiva para regenerar la fraternidad ciudadana, la reflexión crítica y pensar la complejidad de nuestro futuro. Construir juntos una ética de la fraternidad y estimular un pensamiento complejo es condición de posibilidad para construir un proyecto de futuro para la Argentina.

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Cambiar nuestro pensamiento para construir el futuro

Cambiar nuestro pensamiento para construir el futuro
Cartografía del pensamiento kirchnerista. La geometría fractal de la política.


¿Cómo piensan los kirchneristas? ¿Cuál es la estructura que gobierna su modo de razonar y pensar? ¿Cómo intentar construir un diálogo con los amigos kirchneristas? Intentemos pensar estas preguntas con ayuda de la geometría.

En la escuela nos enseñaron las figuras geométricas: el cuadrado, el círculo, el triángulo, etc. Esta es la geometría clásica o euclidiana. En la Naturaleza no hay ni cuadrados, ni círculos, ni triángulos. La Naturaleza es irregular, tiene pliegues, dobleces, formas rebuscadas que no encajan en las figuras geométricas que conocemos. Para poder describir la complejidad de las formas de la Naturaleza hubo que inventar una nueva geometría: la geometría fractal, creada por el matemático francés de origen polaco Benoît Mandelbrot.

¿Por qué los fractales pueden ayudarnos a pensar el presente y el futuro de la política y de Argentina? La analogía podría plantearse en estos términos: necesitamos fractalizar nuestro pensamiento para intentar pensar la complejidad de nuestra realidad más allá de dicotomías simplificadoras. ¿Qué quiere decir esto? Intentemos reflexionarlo.

El pensamiento kirchnerista razona a través de figuras geométricas simples: ve cuadrados, círculos y triángulos en donde hay pliegues, mesetas, irregularidades. Para continuar con la metáfora visual podemos pensar al pensamiento kirchnerista como un “tablero de ajedrez”. Cómo un tablero solamente, no como un “juego de ajedrez”, con todas sus piezas, sus reglas, su enorme complejidad y su magnífica incertidumbre.

El pensamiento kirchnerista nos propone pensar la realidad como un conjunto de cuadrados negros y blancos, no hay otra alternativa. No hay colores, ni siquiera grises. Cada evento, cada suceso de nuestro pasado, de nuestro presente y de nuestro futuro tiene que ser clasificado en uno y tan sólo en un “casillero”. Este modo de pensar supone todo un lenguaje, un vocabulario, con un conjunto de conceptos kirchneristas para ordenar la realidad. Este diccionario kirchnerista se construye siempre a partir de dicotomías polares e irreconciliables: el campo/el pueblo; los buitres/la patria; kirchnerismo/neoliberalismo; los medios hegemónicos/los medios al servicio del pueblo; partido judicial/democratización de la justicia. El lector bienintencionado podrá leer los diarios y escuchar el discurso para armar la Wikipedia del lenguaje kirchnerista. No es tan difícil, su estructura es bien simple: una cadena de dicotomías, una colección de cuadrados blancos y negros.

No son sólo dicotomías las que construye el kirchnerismo para gobernar a la Argentina. Implica también una ética, una moral, una forma de valorar cada uno de los términos. El polo defendido por el kirchnerismo expresa siempre la verdad y lo mejor para el pueblo, el otro es la encarnación del demonio y la opresión de la nación. Por esta razón, el kirchnerismo no puede ser criticado: mucho menos por los propios kirchneristas, porque hacerlo es cuestionar la verdad que ordena nuestra vida y toda crítica es un paso más hacia el infierno.

Nuestro pensamiento y nuestra vida están atrapados en la cárcel del lenguaje que el kirchnerismo ha esculpido con maestría y empeño. Las dicotomías gobiernan nuestro pensamiento y nuestro corazón; nuestro presente y nuestro futuro. No hay forma de salir. No hay una alternativa para escapar a las dicotomías: cualquier tercera vía ha sido excluida como posibilidad. ¿Cómo liberarnos de esta situación estéril y traumática? ¿Cómo aprender a pensar de otro modo?

Todo ejercicio de crítica lúcida al kirchnerismo implica fractalizar nuestro pensamiento, comenzar a ver pliegues donde había cuadrados, detectar irregularidades y dobleces donde sólo parecía haber triángulos y círculos, comenzar a ver colores dónde sólo existían el blanco y el negro. Se trata de asumir el desafío de pensar de otro modo para imaginar alternativas que no habíamos contemplado ni imaginado. Fractalizar nuestro pensamiento es abrirnos a la complejidad de la vida, de la democracia, de los conflictos: es la libertad de pensar el porvenir más allá de la dicotomía “el presente kirchnerista o el neoliberalismo menemista”.

Una geometría fractal de la política nos ayuda a poner en cuestión las dicotomías que el kirchnerismo nos propone como grilla de inteligibilidad de la realidad. Cuestionar las dicotomías que estructuran el pensamiento kirchnerista no implica negar el conflicto y las contradicciones que atraviesan a nuestra sociedad. Las contradicciones existen y son bien reales (la pobreza, el modelo de acumulación, la distribución del ingreso, etc.). Implica un enorme desafío democrático: implica abandonar el pensamiento kirchnerista y sus dicotomías como modo de resolver los conflictos y enfrentar las contradicciones de la sociedad.

Hay que salvar al kirchnerismo de sí mismo, invitándolo a deskirchnerisar su modo de pensar y fractalizar su pensamiento, es decir, invitándolo a la auto-reflexión y la auto-crítica, al diálogo y la comunión. Abandonar el kirchnerismo como modo de pensar no significa renunciar a la dimensión popular de la política que el kirchnerismo ha rescatado. Significa asumir la lucha por la libertad, la igualdad y la fraternidad en un plano de mayor libertad, igualdad y fraternidad.

Que el kirchnerismo nos proponga ver la realidad como un tablero de ajedrez, pobremente simplificado y tristemente bicolor, no quiere decir que Néstor y los colegas de Carta Abierta no supieran jugar al ajedrez. Allí está la astucia del político que Maquiavelo le aconsejaba al Príncipe: ofrecernos un tablero sin piezas con las que jugar. O, mejor aún, un tablero y un juego con unas reglas simplificadas y empobrecidas. En el kirchnerismo la vida es un juego de ajedrez donde sólo la reina blanca puede guiar a los peones de su color a la verdadera libertad. Los peones negros son los ciudadanos que todavía no han comprendido la verdad que la reina blanca predica; la reina y el rey negro, los alfiles, torres y caballos son “las corporaciones funcionales a la derecha”. Las piezas negras son siempre el polo negativo de la dicotomía que va a conducir a la nación a la opresión y la servidumbre.

El kirchnerismo es un artista que sólo tiene un color para pintar: el negro frente al lienzo blanco. El kirchnerismo pinta una vida pública empobrecida, una democracia simplificada y un pensamiento maniqueo. En este juego triste y brutal las piezas negras son los adversarios a derrotar, los enemigos a vencer. La victoria sólo existe como anulación del otro. Por eso el kirchnerismo es incapaz de reflexionar un resultado electoral adverso y pensarse como oposición inteligente.

Avancemos una última reflexión cromática. Analicemos los logos del “Frente para la Victoria” y de “Cambiemos”. El kirchnerismo nos ofrece un logo bicolor: celeste y blanco como la patria. Parece representarnos a todos, a la nación y al pueblo: he allí la grandeza de su épica, la importancia de su gesta y la claridad de su prédica. Sin embargo, su pensamiento es bicolor y su sinfonía monocorde. Su logo impreso en blanco y negro expresa mejor su identidad y su modo de pensamiento. Cambiemos ofrece en su logo la frescura y polifonía de una pluralidad de colores: una sinfonía de varios instrumentos.

Encarna una promesa y una esperanza de fractalización del pensamiento político: la posibilidad de emplear la palabra, el diálogo y el pensamiento para discrepar sobre las formas agrietadas, las irregularidades, contradicciones y conflictos de la vida social, política y económica de Argentina, sin renunciar a la comprensión, la tolerancia y la fraternidad. Lograr enfrentar y resolver los conflictos no será sólo responsabilidad de Cambiemos. La Argentina necesitamos una dirigencia política, una oposición, una ciudadanía que aprenda tocar música para componer juntos la partitura de la democracia. El kirchnerismo tiene que aprender a tocar en una banda de jazz y adaptarse al juego respetuoso de los instrumentos. El kirchnerismo como solista desafinado forma parte del pasado.  

El futuro no está escrito. Cambiemos no puede interpretar jamás la quinta sinfonía del menemismo. La partitura se escribe a medida que la música suena. Nosotros, los ciudadanos, somos un artista más. Cambiemos es la promesa de una esperanza en la que todos podamos ser músicos y compositores de la sinfonía de nuestra historia. Asumamos el desafío.

Concluyamos diciendo, los fractales son un intento de pensar la complejidad de la Naturaleza, la cual no se deja atrapar en figuras geométricas simples. Fractalicemos nuestro pensamiento para apropiarnos del futuro a través del pensamiento y de la palabra.

El kirchnerismo no nos ha enseñado a pensar, ni a dialogar, ni a escuchar, ni a tolerar ni a comprender. Ahora compete a los ciudadanos de nuestra patria tener el coraje para servirnos de nuestro propio pensamiento para aprender a pensar. Ahora es responsabilidad del pueblo argentino, poner las piezas en el tablero de ajedrez y aprender a jugar todos juntos. Será una partida titánica e interminable donde nunca habrá jaque mate, donde no habrá vencedores ni vencidos. Será un diálogo incansable e infinito. Una aventura incierta hacia el provenir. Es la oportunidad de construir la partitura de nuestra historia.



Dr. Leonardo G. Rodríguez Zoya
Politólogo – Universidad de Buenos Aires
Investigador del CONICET
@leonardorzoya
29/10/2015




PS: Te invito a compartir el documento con amigos, familiares y colegas como una contribución a la reflexión colectiva para regenerar la fraternidad ciudadana, la reflexión crítica y pensar la complejidad de nuestro futuro. Construir juntos una ética de la fraternidad y estimular un pensamiento complejo es condición de posibilidad para construir un proyecto de futuro para la Argentina.

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jueves, 29 de octubre de 2015

Kirchnerismo o Neoliberalismo

Kirchnerismo o Neoliberalismo
El pensamiento kirchnerista al desnudo. Las trampas del sentido común
Parecería que hoy el sentido común del pueblo argentino y de gran parte de intelectuales, académicos y científicos de Argentina está atrapado en una dicotomía: “salvar el presente” o “retornar al neoliberalismo de 1990” ¿No es ésta una dicotomía demasiado simplificadora para pensar la complejidad de nuestro presente? ¿No es una pereza de pensamiento plantear la reflexión crítica sobre el presente y el futuro en términos de un dualismo “kirchnerismo” o “neoliberalismo”? ¿No es un empobrecimiento demasiado grande de nuestra razón afirmar que “si gana Macri vuelve el neoliberalismo” y “si gana Scioli se salva la nación”?

Los términos en los que estamos planteando los problemas no permiten diálogo posible. Nuestro modo de pensar a través de dicotomías polares es lo que impide comprendernos y comprender lo que está sucediendo.

La alternativa entre “kirchnerismo” o “neoliberalismo” es una falsa dicotomía, es un problema mal planteado o, mejor aún, un pseudo-problema[1].

La tesis que un gobierno de Cambiemos es un retorno al neoliberalismo menemista de la década de 1990 es falsa. ¿Por qué? Intentemos ofrecer una crítica constructiva.

A esta tesis subyace un modo muy particular de pensar la historia ¿qué tipo de historia nos propone el pensamiento kirchnerista?

  1. Supone pensar que el pasado, el presente y el futuro es una sucesión temporal lineal, unidireccional y acumulativa.
  2. Supone que hay un único futuro ideal o un punto de llegada deseable al que deberíamos arribar y que ese futuro es mejor que nuestro pasado y nuestro presente. Podríamos definirlo como “la emancipación del pueblo”.
  3. Supone que hay un pueblo (la masa oprimida, los sectores humildes, los pobres, y parte de la clase media), un líder (Cristina) y un movimiento (el Frente para la Victoria).
  4. Supone que el líder (“la Jefa”) conoce verdaderamente el mejor futuro para el pueblo.
  5. Supone que el líder y el movimiento es el único capaz de guiar al pueblo por el camino correcto hacia el futuro mejor. Sólo hay un camino posible, un único futuro ideal, y un único actor o sujeto político (Cristina y el Frente para la Victoria) que puede conducir al pueblo a librarse de la opresión y alcanzar el futuro ideal.


Evidentemente el pensamiento y el discurso kirchnerista funciona con estas premisas tácitas que no son nunca explícitas ni puestas en cuestión. Una vez que las asumimos en bloque y no las sometemos a discusión podemos entender claramente la idea que gobierna nuestro sentido común: “si el kirchnerismo no continúa en el gobierno retornaremos al pasado abrumador del neoliberalismo menemista de 1990 y podría repetirse la experiencia traumática de 2001”.

Hay un sólo hay un futuro y un único camino correcto: el que nos enseña el kirchnerismo; también hay una sola verdad: la que enuncia el kirchnerismo. Cualquier atrevimiento a una reflexión crítica suscita la sospecha y el descrédito. El kirchnerismo nos propone abrazar ciegamente todos sus logros (asignación universal por hijo, matrimonio igualitario, derechos humanos, política de ciencia y tecnología, etc.) y olvidar todas sus miserias (minería a cielo abierto, intervención del INDEC, corrupción, narcotráfico, delincuencia, violencia, etc.). Estos constituyen tareas pendientes que en definitiva no son tan graves y que si continuamos por el mismo camino van a ser solucionadas en el futuro. Pero, como decía Francis Bacon “sería insensato pensar que lo que nunca se ha hecho hasta ahora pueda hacerse si no es por métodos nunca probados hasta ahora”. El kirchnerismo es un método de pensamiento ya probado y gastado que no resulta adecuado para los tiempos que corren y para el futuro de la patria.

Cualquier intento de pensamiento autónomo y crítico es arrojado al tacho de basura de la historia. Quien crítica al kirchnerismo es hoy neoliberal, enemigo del pueblo, traidor a la patria, cipayo, buitre. No hay alternativa posible. La crítica al kirchnerismo no es para el propio kirchnerismo ni posible, ni deseable ni necesaria. La crítica al kirchnerismo (hoy más necesaria que nunca) es una verdad que no puede circular por la hegemonía del propio discurso kirchnerista.

La idea instalada y aceptada sin mayor cuestionamiento: que el futuro es volver al pasado, que Macri es Menem y que Cambiemos nos conducirá a un nuevo 2001, necesita ser cuestionada. Aceptarla sin chistar supone una concepción maniquea y mezquina. Supone aceptar que la historia es un eterno retorno, el pasado es igual al futuro, salvo que el kirchnerismo continúe gobernando.

Cualquier mente lúcida debería reconocer que 2015 no es 1990 y que ningún gobierno aunque quisiera podría implementar un programa de gobierno neoliberal similar al de Menem. No hay condiciones ni políticas, ni institucionales y ni culturales para un “retorno” al neoliberalismo. El pueblo argentino ha aprendido a cuidar sus victorias y no desea el neoliberalismo (este es un aporte positivo del kirchnerismo a la historia argentina). Por otro lado, el próximo gobierno no tendrá una mayoría automática en el Congreso por lo que no podrá implementar políticas a su antojo sin un consenso construido en base al diálogo y la tolerancia. Por muchas razones el futuro no puede ser igual al pasado. Por muchas más el futuro es porvenir, es esperanza, es construcción de nuevas alternativas posibles. Por eso el futuro es incierto y genera angustia. Por eso es importante pensar la complejidad de la realidad y no simplificar de modo mutilante nuestro pasado, presente y futuro.

El pensamiento kirchnerista está hoy desconsolado: no puede entender cómo el pueblo se puede equivocar, no puede creer cómo el pueblo se aparta de la verdad, no puede entender cómo el pueblo ha sido ingrato con Cristina, como el pueblo ha traicionado a quien debía emanciparlo. El kirchnerismo no puede pensar su propia tragedia porque es un pensamiento incapaz de pensarse a sí mismo. Al kirchnerismo le falta humildad y auto-crítica. Si logra una reflexión crítica sobre sí mismo quizás pueda regenerarse, pero para hacerlo deberá dejar de ser lo que es: el dueño de la verdad.

Quienes deseamos un Cambio hoy no queremos ni creemos que el “neoliberalismo” vaya a retornar lisa y llanamente de la mano de Cambiemos. Los que queremos un cambio, lo que deseamos fervientemente es un cambio en el modo kirchnerista de pensar la realidad, la política, la vida: a través de dicotomías, desuniones y simplificaciones.

Parecería que por miedo o pereza intelectual poca gente se ha atrevido a realizar una crítica abierta, honesta, responsable y humilde del kirchnerismo. Una crítica constructiva del kirchnerismo es hoy más necesaria que nunca si queremos pensar la complejidad de nuestro futuro y volver a darle sentido al porvenir. Pero parecería que el modo kirchnerista de pensar es lo que impide pensar su propia complejidad como movimiento político.

Es absolutamente respetable que intelectuales, académicos y científicos simpaticen con el kirchnerismo o militen en él. Lo que no es aceptable es que no ejerzan la crítica que pregonan. Cuesta entender cómo quien hace del trabajo de pensamiento su ocupación principal pueda sostener abiertamente “si gana Macri es un retorno liso y llano al neoliberalismo menemista”, que si gana Cambiemos “los científicos volvemos a lavar los platos”.

El trabajo del intelectual consiste en ayudar a la sociedad a pensarse a sí misma y a cuestionar su modo de pensar. Cuando no lo hace, el intelectual se convierte en cómplice de las tragedias del pensamiento de sentido común. Ayudar al sentido común a auto-criticarse, auto-pensarse, auto-reflexionarse es la tarea primordial de un intelectual en una sociedad democrática que aspira a la libertad, la igualdad y la fraternidad.

Hay riesgos, es cierto. Macri no viene a emancipar al pueblo. Pero, es necesario decirlo, no vendrá nadie a emanciparlo. Una ciudadanía capaz de practicar “un pensamiento complejo”, librado de las dicotomías simplificadoras que el kirchnerismo nos ofrece como grilla de inteligibilidad de la realidad, sería un paso importante. Hay riesgos y peligros en el proceso de construir una república de iguales donde podamos vivir en libertad y de modo fraterno. Pero allí donde crece el peligro, crece también lo que lo salva, dice el poeta Holderlin. Los intelectuales podemos ayudar a salvar a Argentina del peligro de un pensamiento simplificador y unidimensional que separa y divide para dar sentido a la realidad. La apuesta ahora es “religar”, articular lo que ha sido desunido para pensar la complejidad de nuestro presente y construir el futuro que deseamos.


Dr. Leonardo G. Rodríguez Zoya
Politólogo – Universidad de Buenos Aires
Investigador del CONICET
@leonardorzoya
29/10/2015


PS: Te invito a compartir el documento con amigos, familiares y colegas como una contribución a la reflexión colectiva para regenerar la fraternidad ciudadana, la reflexión crítica y pensar la complejidad de nuestro futuro. Construir juntos una ética de la fraternidad y estimular un pensamiento complejo es condición de posibilidad para construir un proyecto de futuro para la Argentina.

Podes encontrar más apuntes para pensar el presente y construir el futuro sin olvidar el pasado aquí: http://argentina2100.blogspot.com.ar/





[1] El término ‘pseudo-problemas’ es un término empleado por los positivistas lógicos que tanto rechazo generan entre los intelectuales pequeño-burgueses de las ciencias sociales contemporáneas, lo digo con afecto e ironía.

Carta abierta al kirchnerismo

Carta abierta al kirchnerismo
Un llamado a la fraternidad cívica, la auto-crítica y la humildad prudente

Estimados ciudadanos:

Me dirijo a todos los ciudadanos, votantes, simpatizantes, militantes y dirigentes del kirchnerismo. Les hablo desde el corazón, con un profundo respeto y una enorme preocupación. En primer lugar, quiero decirles que soy un ciudadano de clase media, de ideales progresistas que ama profundamente esta tierra llamada Argentina y que nunca ha dejado de soñar por la construcción de un mundo mejor y la emancipación humana.

No voté a Néstor en el 2003. No voté a Cristina en el 2007 y tampoco lo hice en el 2011. El hecho de no haberlos votado no me impide reconocer y valorar las cosas positivas logradas en la última década, como tampoco me impide criticar las cosas negativas que han sucedido en los últimos doce años.

Quisiera poder realizar una crítica constructiva, humilde y sincera del kirchnerismo sin ser considerado un enemigo que tiene que ser vencido ni acusado de ser traidor a la patria. Hoy uno tiene mucho miedo de criticar al kirchnerismo, un miedo que surge por la poca vocación de diálogo y el poco respeto que tienen ustedes por quien piensa diferente. La dificultad de criticar al kirchnerismo surge de la incapacidad de auto-crítica del propio kirchnerismo y del bajo nivel de reflexividad, humildad y prudencia que expresa su pensamiento y sus actos en la vida pública de nuestra patria.

Parecería que uno se encuentra en la obligación de aceptar y reconocer los aspectos positivos de las políticas kirchneristas pero, al mismo tiempo, uno tiene la obligación de guardar silencio sobre cualquier crítica posible y necesaria. El silencio no es salud y el abandono de la auto-crítica y la reflexión es nocivo para nuestra democracia. Uno tiene que aplaudir de pie la política de ciencia y tecnología pero no puede realizar una crítica abierta a la intervención del INDEC y la destrucción de las estadísticas públicas sin ser acusado de golpista o destituyente. Resulta evidente que no puede haber una ciencia orientada al desarrollo nacional, ni es posible realizar una planificación estratégica de un proyecto de país sin estadísticas públicas rigurosas y de calidad. He ahí el nivel paupérrimo del debate, el carácter mezquino y maniqueo donde el kirchnerismo condujo al sentido común del pueblo argentino y al pensamiento de intelectuales, científicos y académicos que levantan las banderas de la crítica, el progresismo y la emancipación.

Mi crítica principal al kirchnerismo no es una crítica al contenido de las políticas (que pueden tener aspectos positivos y negativos que es necesario debatir y reflexionar colectivamente) sino una crítica a la forma de ejercicio del poder por parte del gobierno en una República Democrática. Para construir políticas verdaderamente populares tenemos que poder criticar libremente los aspectos positivos y negativos de las políticas públicas. Pero la crítica constructiva no puede ejercerse plenamente en el marco de un gobierno que se arroga el monopolio de la verdad y se considera el único con derecho a la palabra.

Cuando el diálogo se transforma en monólogo, la razón degenera en sin razón. Cuando se abandona la auto-crítica y la reflexión, el pensamiento se convierte en dogmatismo y obsecuencia. Cuando el disenso respetuoso se transforma en antagonismo y división, la fraternidad degenera en violencia y enemistad cívica. Si no hay fraternidad ciudadana no hay comunidad ni solidaridad. Sin fraternidad y amor cívico no hay futuro ni esperanza. No hay posibilidad de una Argentina unida sino cuidando y estimulando su diversidad y respetando las diferencias.

El kirchnerismo nos ha enseñado a dividir y separar pero no a unir y religar; nos ha enseñado que el otro es un enemigo que tengo que derrotar y no un ser humano que piensa diferente del cual puedo aprender una verdad que no había contemplado; el kirchnerismo ha promovido la enemistad y desunión de los argentinos pero no nos ha ayudado a construir una cultura de comprensión y comunión. Es posible que el antagonismo y la división haya sido una estrategia eficiente para construir poder y conservarlo, para ganar elecciones y permanecer en el gobierno. Pero el antagonismo y la división que el kirchnerismo ha promovido, nos ha conducido a abandonar el diálogo y la reflexión, ha bloqueado la posibilidad de comprender y respetar al que piensa diferente, nos ha impedido aprender de los errores.

Cuando los gobernantes pierden la tolerancia, el sentido de auto-crítica, la humildad y la prudencia, se acentúan rasgos autoritarios que debilitan nuestra democracia. Cuando la democracia se construye en base al antagonismo y gobernar consiste en separar y dividir a los ciudadanos de la patria, la democracia es frágil y pobre: se reduce a ser una mayoría de votos.

La construcción de políticas verdaderamente populares que ayuden a incrementar la igualdad social, respetar la libertad individual y fortalecer la solidaridad y el sentido de pertenencia a nuestra Argentina como comunidad de futuro, sólo pueden desarrollarse en el marco de la tolerancia y del respeto, de la crítica y la auto-crítica, de la comprensión y la fraternidad. Exige una humildad prudente y una prudencia humilde sin claudicar en los ideales que cada uno defiende.

Los ciudadanos que deseamos un cambio profundo en la Argentina no queremos renunciar a los aspectos positivos de las conquistas sociales de la última década ni mucho menos retornar a las políticas neoliberales de la década de 1990. Lo que más profundamente repudiamos del kirchnerismo es su forma de concebir el poder, la política y la democracia basada en el antagonismo y la división, el dogmatismo y la falta de auto-crítica, la intolerancia e incomprensión de quien piensa diferente.

Entiendo que el kirchnerismo considere que el antagonismo y la división es la esencia misma de la política, que la naturaleza de la democracia se basa fundamentalmente en el conflicto y la separación. Creo que es una concepción simplificadora de democracia. La complejidad de la democracia radica en la unión del conflicto y del consenso; de la comunidad y del antagonismo. No hay democracia sin conflicto y sin consenso. No hay democracia sin fraternidad que fortalezca nuestro sentido de pertenencia a una comunidad de destino. Tampoco hay democracia sin reconocimiento de los antagonismos sociales.

En la última década el kirchnerismo ha construido una política basada exclusivamente en el conflicto y el antagonismo y se han olvidado de la importancia del consenso y la comunidad. Han olvidado que además del conflicto y el antagonismo, la democracia es también comprensión, fraternidad, tolerancia y respeto. La democracia es amor cívico, es la fraternidad entre los hermanos de un pueblo que tienen un destino en común. Al enemistar a los hermanos de esta tierra que es nuestra patria llamada Argentina, ha vulnerado la fraternidad cívica y han debilitado nuestra democracia.

Estoy persuadido que muchos ciudadanos tienen temor que si no gana el kirchnerismo la Argentina retornará a los años del neoliberalismo menemista. Esto es una falacia queridos conciudadanos. La historia no se repite dos veces. No hay un ciclo de eterno retorno. No hay condiciones políticas, ni institucionales ni culturales para retornar al neoliberalismo. El futuro gobierno no tendrá mayoría legislativa y el pueblo argentino ha aprendido la importancia de tener un Congreso plural y no una mayoría automática. Ni la dirigencia política de distintos colores partidarios ni la ciudadanía argentina desean y permitirán un retorno al neoliberalismo ante un eventual gobierno de Cambiemos. Los dirigentes de todos los partidos políticos no tienen que subestimar jamás la inteligencia del pueblo argentino. Nuestro pueblo sabe cuidar con el voto las conquistas obtenidas y jamás le volverá a dar un cheque en blanco a ningún gobierno.

El futuro es incierto, el futuro es esperanza, el futuro es porvenir, el futuro es la posibilidad de construir nuevas posibilidades que hoy no son visibles. El presente nos da hoy la oportunidad de construir una visión de futuro en la cual luchar por la igualdad sin renunciar a la fraternidad, aspirar a la libertad sin generar desigualdad. Cuando se persigue la igualdad sin fraternidad, sin tolerancia y sin comprensión se corre el riesgo de destruir la libertad. Sin libertad ni fraternidad tampoco es posible la igualdad.

Allí donde crece el peligro, crece también lo que lo salva, dice el poeta Holderin. Ante el avance del peligro de la violencia y la división, la incomprensión y la intolerancia, el dogmatismo y la pérdida de la humildad, la falta de prudencia y el debilitamiento de la auto-crítica; tenemos la oportunidad de salvar a la Argentina regenerando una cultura política de dirigentes y ciudadanos basada en el diálogo y el respeto, la tolerancia y la comprensión.

El porvenir de la Argentina depende de la capacidad de auto-crítica de cada uno de nosotros, proceder con humildad y prudencia, esforzarnos por comprender a quien no nos comprende. Estoy persuadido que el futuro de Argentina depende de generar juntos una ética de la comprensión para cultivar la fraternidad ciudadana y construir una cultura de la solidaridad, el respeto y la tolerancia.

Se abre un nuevo tiempo en la historia de la cultura política argentina, la política que divide para gobernar tiene que ser reemplazada por una política capaz de religar y unir sin anular la diversidad. El pensamiento simplificador de la política que sólo ve el antagonismo, la separación y el conflicto, tiene que ser reemplazado por un pensamiento complejo que nos ayude a unir y distinguir el consenso y el conflicto, la cooperación y el disenso, la comunidad y la contradicción, la fraternidad y el antagonismo.

La democracia no es sólo el derecho a elegir y ser elegido, también consiste en aprender ser gobierno y ser oposición. Sin alternancia no hay democracia. La alternancia es diversidad, la cual siempre es fuente de creatividad e innovación. La vieja oposición entre “nosotros o el caos” forma parte del pasado de nuestro pueblo, es justamente esa parte del pasado la que no deseamos para nuestro futuro. Hoy más que nunca, necesitamos un kirchnerismo humilde, responsable, prudente, auto-crítico y tolerante para lograr la grandeza de la nación. Sería muy importante para el porvenir de nuestra patria que el kirchnerismo pueda convertirse en una oposición inteligente, defendiendo las conquistas populares y ayudando a garantizar la gobernabilidad de un eventual gobierno de la coalición de Cambiemos.

Todo lo que no se regenera se degenera. El kirchnerismo como oposición política tendría la oportunidad histórica de regenerar y cultivar la auto-crítica y la tolerancia, la humildad y la prudencia, la fraternidad y la comprensión, valores centrales en la vida democrática de un pueblo que el kirchnerismo no ha cultivado en la última década. Que no lo haya hecho en el pasado no quiere decir que no pueda hacerlo en el futuro: allí se juega la continuidad de su existencia. Muchos creerían que es altamente improbable que si el kirchnerismo no practicó el respeto y la tolerancia en el gobierno tampoco lo hará siendo posición. Es verosímil, ciertamente, pero lo improbable, a veces, sucede. Hay que trabajar por lo improbable. Yo elijo creer profundamente en ustedes, en su capacidad de auto-crítica y de reflexión. Si los kirchneristas aman profundamente a Néstor y a Cristina tienen que poder criticarlos y señalar sus errores para aprender de ellos. El amor exige honestidad.

La nueva política argentina exige una ética de la religancia para lograr la unidad en la diversidad de nuestra patria. Una ética de la comprensión, una ética de la fraternidad, una ética de la tolerancia, una ética de la solidaridad y del respeto. No hay ética sin política, ni política sin ética. Esta ética de la religancia no la puede ofrecer hoy el kirchnerismo al pueblo argentino pero quizás pueda contribuir a construirla.

Por eso invito con humildad a los familiares, amigos y colegas a votar por un cambio para regenerar la República y fortalecer la Democracia construyendo una oposición inteligente, crítica, constructiva, que ayude a gobernar al mismo tiempo que defienda las conquistas sociales del pueblo argentino. Si esta nueva oposición lúcida emerge y podemos construir una alternancia política sin enemistad ni violencia, habremos entrado en una fase absolutamente nueva de nuestra historia y podemos conquistar el futuro que deseamos para nuestra tierra patria llamada Argentina.

Deseo que todos los ciudadanos de esta tierra podamos abrazarnos como hermanos, comprendernos y respetarnos en nuestras diferencias.

Un abrazo fraterno de comprensión y amistad cívica para todos los kirchneristas,



Dr. Leonardo G. Rodríguez Zoya
Politólogo – Universidad de Buenos Aires
Investigador del CONICET
@leonardorzoya
29/10/2015




PS: Te invito a compartir la carta con amigos, familiares y colegas como una contribución a la reflexión colectiva para regenerar la fraternidad ciudadana y el amor cívico. Construir juntos una ética de la fraternidad y de la religancia es condición de posibilidad para construir un proyecto de futuro para la Argentina.

Podes encontrar más apuntes para pensar el presente y construir el futuro sin olvidar el pasado aquí: http://argentina2100.blogspot.com.ar/

miércoles, 28 de octubre de 2015

El porvenir de la República


Uno de los principales desafíos del tiempo que vivimos es la posibilidad de fortalecer la dimensión republicana de nuestra democracia. Pero ¿Qué es la República? La República se basa fundamentalmente en la separación de poderes, en el imperio de la Constitución y en la igualdad ante ley. ¿Por qué la República es importante para nuestro futuro? Porque la República es la mejor manera que tenemos de proteger los abusos del poder. Cuando no hay República en la cúspide de nuestra comunidad política no está la Constitución sino la Voluntad de quien gobierna. Sin República es muy difícil controlar y limitar los abusos de la voluntad del gobierno y del poder del Estado. En el límite, la pérdida de la República degenera la democracia en autoritarismo. Allí donde no hay República tampoco hay libertad.

Todo lo que no se regenera se degenera. Hay que regenerar nuestra República para fortalecer nuestra Democracia que nos permitirá afianzar la República.

Para quienes nunca hemos dejado de soñar con la emancipación humana y con terminar con la opresión del hombre por el hombre, tenemos que defender siempre una República Democrática.

La República Democrática no es un fin en sí mismo, son las condiciones mínimas para organizar la unidad en la diversidad de voces y opiniones y luchar por los ideales humanistas, emancipatorios y progresistas que deseamos. No implica que todos estemos de acuerdo ni que vamos a eliminar todas las contradicciones de nuestra sociedad –pretenderlo sería una quimera-. Pero es la posibilidad de organizar el disenso y respetar al que piensa diferente.

Entiendo que la República es un concepto demasiado abstracto que nos cuesta valorar: ¿Dónde está la República? ¿Cuál es su realidad tangible? La experiencia republicana argentina es más débil aún que nuestra frágil y reciente experiencia democrática.

La República es como el amor, la valoramos cuando la perdemos. Regenerar la República es regenerar la fraternidad ciudadana, el amor cívico por convivir y respetar al que piensa diferente.

Como argentinos tenemos la posibilidad de ingresar en un nuevo tiempo histórico que será determinante para el porvenir de nuestra amada tierra: el tiempo del diálogo, de la comunicación, de la comunión, de la comprensión, del respeto al que piensa distinto.

El mayor desafío de nuestro tiempo es construir un diálogo político ecuménico y una ética ciudadana de la fraternidad. De nosotros depende tornar posible el futuro deseable.


Dr. Leonardo G. Rodríguez Zoya
Politólogo – Universidad de Buenos Aires
Investigador del CONICET

28/10/2015


lunes, 26 de octubre de 2015

Peronismo, populismo y pos-populismo: desafíos para el provenir de Argentina en el nuevo escenario político

Peronismo, república y pos-populismo: desafíos para el provenir de Argentina en el nuevo escenario político[1]

Por Leonardo G. Rodríguez Zoya


26 de octubre de 2015


Existe una leyenda narrada por Walter Benjamin a propósito del marxismo que quizás sirva de metáfora para reflexionar sobre las elecciones presidenciales de ayer. La leyenda dice así:
“Existe un artefacto diseñado para jugar al ajedrez que respondía perfectamente a cada movimiento de un oponente. Se trataba de una marioneta en atuendo turco y con un narguile en la boca, sentada a una mesa frente al tablero de ajedrez. Un sistema de espejos producía la ilusión de que la mesa era transparente por todos los lados. En realidad, un pequeño jorobado (maestro del ajedrez) estaba sentado bajo la mesa y dirigía la mano de la marioneta por medio de unos hilos. Podemos imaginar el equivalente filosófico de este dispositivo. La marioneta, llamada “materialismo histórico”, debe ganar todo el tiempo. Esta puede ser una partida fácil para aquél que se aliste en los servicios de la teología que hoy, como sabemos, no puede ya tomarse en serio”.



Reemplácese la palabra “materialismo histórico” por “kirchnerismo” y la analogía tiene plena vigencia. No porque este último se asemeje ideológicamente al primero, sino más bien porque en la concepción populista de poder, “la marioneta” (el líder –CFK-, el pueblo –la verdadera patria- y el movimiento –el FPV-) deben ganar todo el tiempo. Las lágrimas en el bunker de Scioli expresan el carácter dramático de los acontecimientos. Si la derrota electoral se viste de tragedia es porque en el populismo las categorías de “vencedor/vencido”, “amigo/enemigo”, “nosotros/ellos” son las grillas de inteligibilidad de una forma particular de comprender la democracia, la política y el poder en la cual el otro es alguien a derrotar que no merece nuestro respeto porque es el enemigo que atenta contra los verdaderos intereses del pueblo, de la nación y de la patria de la cual “la marioneta” es el verdadero representante y único intérprete.

Ayer la marioneta fue derrotada democráticamente porque no ganó en primera vuelta. Para el populismo y sus epígonos esto es un hecho trágico, y lo sería todavía más perder el ballotage, porque no hay lugar para la derrota. Desde su propia concepción de poder y de política la marioneta se encuentra ahora del otro lado de la dicotomía y ocupa el lugar del “ellos”, del “vencido”, del “enemigo”, y por lo tanto de todo lo que se opone a la patria, a la nación y al pueblo. En el populismo la derrota siempre corresponde al otro pero ahora ellos son el otro. Las lágrimas desconsoladas simbolizan el carácter trascendental que tiene una derrota electoral en el mundo político del populismo.

Hay que escapar del tremendismo trágico del populismo. Una evidencia se impone, la lógica política populista es una máquina eficiente para construir poder y conservarlo pero difícilmente puede germinar ahí la fraternidad – que junto con la igualdad y libertad- son los ideales al que ninguna comunidad política puede renunciar. La fraternidad no tiene que ver con eliminar las contradicciones de una sociedad – lo cual es imposible- y pretender lograr un entendimiento monolítico y sin fisuras –lo cual es un empobrecimiento del intelecto y de la vida en comunidad-; más bien la fraternidad tiene que ver con el hecho de estar juntos en esta tierra que es nuestra patria llamada Argentina. No es el paraíso prometido ni el infierno anunciado, es el lugar donde tenemos que aprender a organizar las diferencias para construir una comunidad de destino y darle sentido al futuro deseado. La fraternidad es unidad en la diversidad. El populismo es unidad sin fraternidad, una unidad unidimensional en la que la diferencia tiene que ser sometida y la diversidad disciplinada para construir una voluntad hegemónica: un Leviatán a partir de una mayoría de votos. La democracia populista encarna el riesgo visionario de Tocqueville: la tiranía de las mayorías. No hay lugar para la diferencia. El que piensa distinto es un otro a someter o un otro a despreciar. En el populismo el otro diferente es un ciudadano que sufre el ostracismo en su propia polis: los Qom en la avenida 9 de Julio.
La marioneta, organizadora hasta ayer de nuestra vida política, está herida y esto genera angustia e incertidumbre ¿Cómo será nuestro futuro si gana Macri en la segunda vuelta y cómo será si, tal como Pinocho mal herido, la marioneta agonizante sobrevive y Scioli triunfa?

La ciudadanía, el periodismo y la dirigencia política argentina parecen estar atrapadas en el juego del lenguaje de la marioneta, es decir, en las categorías de inteligibilidad que propone el discurso del peronismo populista kirchnerista. En este juego, Macri ocupa perfectamente el lugar de la demoníaca derecha, del neoliberalismo, del mercado, del gorilismo anti-pueblo. Categorías demasiado simplificadoras para reflexionar sobre la complejidad de nuestra Argentina en las cuales nuestro sentido común parece estar engrilletado.

Si queremos imaginar un nuevo futuro para nuestro país necesitamos cambiar las categorías de nuestro pensamiento, es decir, inventar un juego del lenguaje distinto al que propone la marioneta. Lamentablemente, en la última década buena parte de los llamados intelectuales progresistas, pensadores críticos y académicos de las ciencias sociales estuvimos haciendo otra cosa: muchos aplaudiendo, otros en silencio, por miedo, indiferencia o comodidad. Si había incomodidad y crítica no pasaba de una charla de café. En muchas Universidades no sólo se generó un fiel gremio de aplaudidores convencidos sino que se trabajó activamente por ampliar y legitimar el juego de lenguaje de la marioneta y expandir su horizonte discursivo.

Una minoría quizás demasiado pequeña e invisible trabajó para crear ese nuevo lenguaje que hoy tanto necesitamos para reconstruir el pensamiento político argentino. Esa es la angustia que le genera al pensamiento la derrota de la marioneta y un eventual triunfo de Macri en segunda vuelta. Nos faltan categorías para pensar el futuro y trascender las dicotomías de vencedor/vencido; pueblo/anti-pueblo; peronismo/anti-peronismo; estado/mercado; izquierda/derecha; populismo/neoliberalismo; capitalismo/socialismo. Nuestra mente habita ese viejo juego del lenguaje. La dificultad de crear un nuevo lenguaje no es sólo una dificultad propia de Argentina, expresa la crisis intelectual de nuestro tiempo. No sólo la marioneta está herida, también lo está nuestro pensamiento. Reconstruir la República y regenerar el pensamiento son desafíos cruciales para el futuro que comienza a construirse y será decisivo para los próximos cien años de la Argentina. Desafíos demasiados intangibles para ser valorados en su plena importancia.

Si Macri le gana a Scioli en el ballotage no sólo la marioneta habrá sido derrotada, sino que al mismo tiempo se habrán roto los espejos que ocultaban al jorobado debajo de la mesa y éste será obligado a dejar su cómodo lugar de artífice invisible del futuro. El triunfo de Vidal en la provincia de Buenos Aires y la derrota de los así llamados barones del conurbano indican que algunos espejos ya están resquebrajados. La Argentina se encuentra ante una oportunidad histórica inédita en términos de reconstrucción de instituciones en una era pos-populista: que el jorobado disfrazado de peronismo salga de abajo de la mesa y se siente a jugar el ajedrez de la Democracia y respetar las reglas de la República: sin espejos ni marionetas. La idea de un peronismo pos-populista, democrático y republicano no es una necesidad histórica, sino una alternativa posible entre otras. Su realización es uno de los principales desafíos políticos de los próximos cuatro años.

En definitiva, la pregunta es qué hará el peronismo que ha probado su enorme capacidad de transformación y adaptación luego de la muerte de Perón. Desde 1983 hemos visto tres peronismos: la marioneta populista-neoliberal en su versión menemista; la marioneta populista-antiliberal, en su versión kirchnerista y la marioneta que siempre debe ganar, la de la oposición de Alfonsín y de los saqueos de 2001. La inquietud para nuestro futuro es si puede emerger un peronismo auto-crítico y reflexivo que incluso por su propio sentido de supervivencia interprete los nuevos tiempos. Se trataría de un peronismo republicano capaz de ser una oposición inteligente y responsable. Para esto el peronismo debería aceptar y aprender a ser un jugador más y dejar de ser la marioneta que siempre debe ganar.

La emergencia de este nuevo peronismo depende de tres cosas fundamentales: de las relaciones de poder dentro del campo peronista entre el Frente Renovador liderado por Massa, el peronismo clásico y el resabio del kirchnerismo. Dependerá también de la capacidad que tengan los actores políticos del arco no peronista (el PRO, la UCR, la izquierda, el progresismo, la coalición cívica, el socialismo y el resto del as fuerzas) para desarrollar un juego estratégico que condicione la adaptación del peronismo hacia una institucionalización más partidaria. Finalmente, de la construcción de una demanda ciudadana que exija al peronismo comportarse como un partido más. La emergencia de esta cuarta forma histórica de peronismo republicano sería una condición de posibilidad para que un eventual gobierno de Cambiemos complete los cuatro años de mandato presidencial hasta 2019. Sería un hecho inédito desde 1983 que fortalecería nuestra experiencia democrática y republicana.

Hay algo irremediablemente incómodo en esta coyuntura histórica para quienes se identifican con el progresismo y la centro-izquierda, una identidad política que puede definirse como democrática y republicana, igualitarista y no populista, políticamente liberal (defensa de las libertades individuales y del abuso de poder del Estado) y crítica del liberalismo económico. El progresismo así definido ha sido el principal derrotado de la contienda de ayer. Su derrota quedó eclipsada ante el escenario de segunda vuelta y la exigua diferencia entre Macri y Scioli. La derrota progresista, anticipada en la implosión de UNEN, no tiene el dramatismo de las lágrimas populistas en el bunker sciolista pero duele y mucho. La moral progresista está atrapada en una paradoja ingrata, debe elegir entre la Escila del resabio populista-kirchnerista representada por Scioli o la Caribdis del republicanismo y liberalismo económico encarnada en la coalición Cambiemos. El progresismo comparte con la matriz populista-peronista el ideal de justicia social y de redistribución del ingreso pero se aleja irremediablemente de ellos por la vocación no republicana del populismo. El progresismo se acerca a la colación Cambiemos en su aspecto republicano: defensa de la constitución e independencia de poderes -banderas históricas de la UCR- transparencia y honestidad -presentes en los valores de la Coalición Cívica-; y se aleja irremediablemente en el componente económico-liberal encarnado por el PRO.

Esta crisis del progresismo no se resume ni se reduce al fracaso de UNEN y la imposibilidad o incapacidad de construir una coalición electoral competitiva de centro-izquierda como alternativa de gobierno. Margarita es el quijote solitario que mantiene encendida una llama de esperanza en un viento huracanado agitado por el populismo y el liberalismo. La crisis del progresismo es una expresión de la crisis de pensamiento que atraviesa la civilización occidental. La afirmación puede parecer exagerada pero no lo es. No existe hoy una alternativa conceptual al populismo y al neoliberalismo. No existe un lenguaje ni un vocabulario para expresar esa tercera vía. Al socialismo le gustaría ocupar ese lugar pero no lo logra, no sólo en Argentina sino también en el mundo. La social democracia europea defiende como puede lo que queda del Estado de Bienestar. El nuevo socialismo del siglo XXI produce en América Latina una nueva barbarie en nombre de la revolución y la emancipación, de la cual todas las democracias populistas del continente han sido cómplices por su silencio.

La construcción de una alternativa intelectual, política y cultural al populismo y al neoliberalismo es el mayor desafío de nuestro tiempo. En este contexto, el progresismo es el nombre de una posibilidad que aún no existe pero que tenemos la responsabilidad de construir. No hay ni una filosofía política ni un movimiento político que exprese hoy la alternativa al populismo y al neoliberalismo. El progresismo es el nombre de un espacio de convergencia posible entre intelectuales críticos y dirigentes de centro-izquierda del socialismo, del radicalismo y del peronismo. Compete al progresismo construir en el terreno político e intelectual un nuevo lenguaje alternativo al populismo-peronista y al liberalismo económico, como grilla de inteligibilidad de nuestro presente y construcción de un futuro deseable.

Las ciencias sociales tienen una enorme responsabilidad política y moral en este trabajo, aunque daría la impresión que buena parte de ellas podría continuar demasiado entretenida con un trabajo de carpintería lingüística: reparar la dañada marioneta del kirchnerismo-populista. A las así llamadas ciencias sociales críticas y al intelectual progresista le ha costado una enormidad ejercer una crítica a los discursos que se revindican del pueblo, la revolución y la emancipación. Así, el pensamiento intelectual progresista ha quedado atrapado por decisión, incapacidad o comodidad en el juego del lenguaje del populismo, al cual ha nutrido y alimentado.

Los próximos 25 años serán cruciales para desarrollar un trabajo de construcción intelectual y política de una alternativa al populismo y al neoliberalismo. Cabe recordar que al neoliberalismo le costó más de 30 años convertirse en una alternativa de poder y hoy ejerce la hegemonía del sentido común en buenas partes del mundo. El neoliberalismo surgió en condiciones adversas y marginales: se gestó en el período de entre guerras con el coloquio Walter Lippmann en la década de 1930 en una época donde los totalitarismos Nazi y Soviético ejercían su hegemonía; luego se desarrolló como un proyecto intelectual y político-filosófico sistemático desde 1947 con la creación de la sociedad Mont Pelerin liderada por Von Hayek. Su maduración intelectual sucedió en la época de oro del capitalismo y del Estado de Bienestar: desde la posguerra hasta 1973. En ese momento, ser neoliberal era ser marginal. En el esplendor del capitalismo social nadie le hubiera dados chances de sobrevivir al neoliberalismo. Sin embargo, sucedió lo improbable, logró influir en los gobiernos de Pinochet en Chile (posiblemente el primer gobierno neoliberal de la historia) y luego en el de Thatcher en Inglaterra (1979) y Regan en Estados Unidos (1981). En la década de 1990 se hizo hegemonía política, económica y cultural, estimulada por el colapso de la Unión Soviética y la disolución del último gran relato de la Modernidad.

Si el totalitarismo y el Estado de Bienestar eran condiciones adversas para el desarrollo del neoliberalismo, hoy vivimos una situación similar. El populismo y el liberalismo económico son condiciones adversas para el desarrollo del progresismo. Allí se cierne nuestro más bello desafío, la capacidad de imaginar creativamente lo que aún no existe y trabajar de modo apasionado y estratégico para construirlo.

Es por esta razón que la moral progresista debería quitarle dramatismo a un eventual triunfo de Macri en las elecciones. Más aún, su triunfo puede constituir para el progresismo una oportunidad política sin precedentes en la historia de la Argentina reciente: construir una coalición de centro-izquierda competitiva para las elecciones presidenciales de 2019 teniendo como meta intermedia las legislativas de 2017. Es un escenario improbable pero posible. Ayer era aún más improbable que hoy ante un eventual triunfo de la marioneta-populista en primera vuelta. Eso no sucedió. El triunfo de Cambiemos en el ballotage brindan condiciones más favorables para afianzar el componente republicano de la democracia, vencer a la marioneta-populista, institucionalizar al peronismo como alternativa republicana de poder. No son cuestiones menores sino políticamente significativas y la moral progresista debería valorar el desbloqueo de estas condiciones de posibilidad inéditas.

En este contexto hay que reconocer una virtud política de Mauricio Macri: en la década de la implosión del sistema de partidos post-2001, con el colapso del radicalismo como alternativa de poder y el ascenso del populismo kirchernista como voluntad hegemónica, el PRO supo construir un partido que hoy, aliado con otras fuerzas, constituyó una coalición electoral competitiva capaz de ganar las elecciones y acceder al gobierno. Es algo loable y meritorio, difícil de imaginar hasta hace muy poco tiempo y que es necesario reconocer y valorar incluso cuando critiquemos la sustancia de su ideología. Evidentemente, la coalición Cambiemos se ubica en un espacio de centro derecha pero no por ello son los enemigos de la nación y los verdugos del pueblo. Nuestro sentido común tiene que salir de ese lugar cómodo y simplificador.

Además, el progresismo no debería infra valorar un hecho crucial: hay una diferencia sustantiva entre ser oposición en una democracia populista y en una democracia republicana y liberal. Si Cambiemos gana el ballotage, Argentina constituirá una novedad en América Latina en el siglo XXI: se habrá derrotado al populismo por vía democrática y se abre la oportunidad de regenerar la República.

En los próximos años no debemos olvidarnos de algo: la República Democrática no es un fin en sí mismo pero son las condiciones mínimas para construir la unidad en la diversidad. Sólo con la República y la Democracia no se come, no se educa ni se cura, pero República y Democracia es el marco mínimo para discutir y construir cómo queremos comer, educarnos y ser curados. La República Democrática es el único medio que disponemos para luchar por la libertad, la igualdad y la fraternidad de nuestra comunidad política. El populismo es una lógica política que no garantiza esas condiciones mínimas, porque no respeta la diversidad y la diferencia. Por eso, sencillamente por eso, es mejor una república que ninguna república.

La idea que Macri es la reencarnación de Menem es una caricatura del viejo juego del lenguaje populista. La imagen de Macri como personificación de la nueva derecha neo-liberal, cipaya y privatizadora es burda y simplificadora, conviene a Scioli y hubiese convenido a Massa pero no forma parte ya de nuestro presente. No parece haber hoy espacio para eso. Sencillamente porque 2015 no es 1990 y el neoliberalismo no está en su esplendor como en la época dorada del Consenso de Washington. Macri no recibe un cheque en blanco como si recibió Cristina en 2011. Para ser más exactos, Cambios se ubica en un espacio ideológico de centro derecha y propone una República liberal. Dentro de la coalición, el PRO expresa más bien una racionalidad tecnocrática desarrollista con una vocación de contacto directo con la ciudadanía en el nivel de la micro-política. El fantasma del menemismo es un espectro que no existe. Además, Cambiemos no tendrá una mayoría absoluta para imponer una voluntad hegemónica. La sinfonía del monólogo populista es reemplazada por el diálogo republicano en el cual habrá que construir consensos. Las legislativas del 2017 serán cruciales, allí se juega el futuro del progresismo.

La moral progresista tiene que tomar una decisión en el ballotage y parecería que la opción republicana de Cambiemos es la mejor alternativa para el desarrollo y consolidación del propio progresismo, incluso cuando se mantenga una firme crítica al componente económico-liberal de la coalición de centro derecha.

Los próximos cuatro años son más decisivos para el futuro de Argentina de lo que podría parecer. Lo que hagamos y dejemos de hacer en los próximos cuatro años será decisivo para el resto del Siglo XXI. Si en los próximos cuatro años la coalición Cambiemos se institucionaliza como una alternativa político-partidaria estable y competitiva en el espacio de centro-derecha; si el progresismo es capaz de construir una coalición de centro-izquierda rescatando el componente popular (no populista) del peronismo, e integrando al socialismo y otras fuerzas políticas; y si el peronismo se transforma a sí mismo en una alternativa más institucional y más republicana, bien integrándose en los espacios de centro-izquierda y centro-derecha de las respectivas coaliciones (o bien como un tercer partido capaz de articularse con una u otra coalición), entonces, y sólo entonces habremos cortado definitivamente los hilos por los cuales el jorobado controla eternamente la marioneta. De realizarse esta posibilidad, habremos construido condiciones institucionales excepcionales para comenzar a discutir un proyecto estratégico de país y políticas públicas sostenibles en el largo plazo.

Lo anterior no es una predicción ni una necesidad: es una alternativa posible. Nos compete a nosotros, hermanos de nuestra tierra patria llamada Argentina, trabajar por construir el futuro que deseamos.



Leonardo G. Rodríguez Zoya
leonardo.rzoya [at] gmail.com
26/10/2015





[1] Estas notas pretenden contribuir a reflexionar sobre el nuevo escenario político generado a partir de la elección presidencial de Argentina en 2015.